El mundo de la frecuencia


            Había un mundo en el que cada habitante llevaba siempre consigo una radio. Todas las radios tenían la capacidad de captar distintas frecuencias, aunque dependiendo de cada habitante, captaban con más asiduidad una u otra frecuencia. Cada uno podía trasmitir aquello que la radio captaba.

            Había “lugares” con los que se cogía una determinada señal, donde se potenciaba y clarificaba una determinada frecuencia, sin dar lugar a otras. Algunos de estos “lugares” eran desconocidos para algunos habitantes, estando por tanto siempre en el mismo “lugar” y con la misma frecuencia.

            Muchos, acostumbrados a una determinada emisión, se resignaban a vivir con la misma frecuencia, incluso sin percatarse de aquellos que permanecían en otras frecuencias, y creyendo que la frecuencia que captaban era la única existente. Algunos otros, aun conociendo de la existencia de otras frecuencias y otros “lugares”, no querían cambiar la frecuencia captada, porque era algo que ya conocían y creían entender, y por eso permanecían en aquellos “lugares” en los que encontraban sentido permanecer, pues eran los únicos que conocían, y la frecuencia con la que iban a encontrarse era algo que a algunos les asustaba, y que otros, ni se planteaban… La visita a otros “lugares” suponía vivir un temor a los que algunos no estaban dispuestos, aun desconociendo lo que de ello podía derivar. 

            Otros, sin embargo, tenían interés en aquello que trasmitían las frecuencias de otros. Preguntaban, investigaban, observaban…, y algunos conseguían captar una frecuencia distinta a la generalizada. Eso requería determinados cambios, como cambiar de “lugares” con los que se captaban determinadas frecuencias, porque si todo seguía igual, se continuaba captando la misma frecuencia. 

 

Ahora, eres el protagonista de la historia… vívela…

 

            El sufrimiento tiene una determinada frecuencia (Vibración), y para dejar esa frecuencia hay que dejar los patrones, los “lugares” (los lugares = pensamientos, palabras, actos y actitud = modos de invertir la energía) que llevan a permanecer sintonizado a ella, como el odio, el rencor, el orgullo, el ego, la ira, el miedo, la imposición, las criticas…

            El Amor tiene una determinada frecuencia (Vibración), y para conectar o permanecer en esa frecuencia, hay que involucrarse con la aceptación, la tranquilidad, la observación, la contemplación, el respeto…

            Ambas frecuencias pueden entremezclarse, pero no te preocupes por sintonizar de vez en cuando con una u otra, sólo permanece tranquilo y observante, y entonces vuelves a la frecuencia de la Tranquilidad. No te apegues a ninguna frecuencia; permítete sin juicio la frecuencia que llegue, y desde tus pensamientos, palabras, actos y actitud, colabora en la sintonización de la frecuencia que esté acorde, teniendo presente que una determinada frecuencia no te define ni define a nadie, y que puedes cambiar de frecuencia.

            Puede que surja el miedo por cambiar de “lugar”, por vivir de una forma distinta a la que estás mentalmente acostumbrado, pero experimenta por ti mismo la diferencia de frecuencia entre vivir con miedo… a vivir con tranquilidad… Con tu cambio de frecuencia, puedes convertirte en ejemplo de que vivir sin odio, rencor, orgullo… y sin el sufrimiento que esto conlleva, es posible y enriquecedor, tanto para ti, como para los demás, como para el mundo…